Una salina es un lugar donde se deja evaporar agua salada, para dejar solo la sal, secarla y recogerla luego para su consumo y su venta. Se distinguen dos tipos de salinas: las salinas costeras, situadas en las costas para utilizar el agua de mar y las salinas de interior, en las que se utilizan manantiales de agua salada que existen cuando el agua atraviesa depósitos de sal subterráneos.

Parece que para poder comer cuando la caza y la pesca no eran posibles, ya los primeros pobladores precastrexos dejaban evaporar el agua de mar para obtener sal y así poder practicar la salazón del pescado y de la carne.

El Imperio y las primeras salinas

Siglos después, con la llegada de los romanos se intensifica la explotación de los recursos pesqueros y la producción de sal para la conservación de alimentos, especialmente el jurel y la sardina, pero sobre todo para obtener el preciado Garum, producto muy codiciado por los romanos. El Garum consiste en una especie de salsa resultado de fermentar pescados azules ricos en grasa con sal y otros componentes como vinagre, hierbas aromáticas, agua, aceite o vino.

Se les atribuye también a los romanos la construcción de las primeras salinas de Galicia, normalmente al abrigo de sus rías. Hoy en día se encuentran numerosos yacimientos de salinas romanas en toda la costa gallega como las de la ría de Vigo o la de Arousa, pero también en mar abierto, como es el caso de A Guarda.

Edad Media y alfolíes


Pero es en el Medievo cuando se intensifica el comercio de la sal. A principios del siglo XIV la sal se convierte en un monopolio Real y se implanta un sistema de alfolíes, almacenes de sal administrados por la corona que incrementan la dependencia salinera de Galicia. Pero parece que es en el siglo XVI, cuando la producción de sal en Galicia se hace insuficiente para abastecer a toda la industria pesquera de la época, especialmente por el clima, con pocos días de sol, que impedían una producción masiva en las salinas. En consecuencia, se hizo necesario traer la sal por barco de Andalucía y Portugal para abastecer a los alfolíes gallegos. Aun así, la producción gallega se mantuvo en siglos posteriores, aunque a una tasa muy inferior que la de otras regiones. Así, por ejemplo, el Marqués Valladares en Vigo mantuvo sus salinas en funcionamiento hasta el año 1799.

Oro Blanco

Los pueblos de la Antigüedad tenían muy claro no sólo lo necesaria que era la sal sino también el provecho que podía extraerse de ella. No en vano se le dio el sobrenombre de Oro Blanco. Su importancia para la vida es tal, que ha marcado el desarrollo de la historia en muchas ocasiones, sigue moviendo economías y es objeto de monopolios, impuestos, guerras…

Podemos recordar La Marcha de la Sal

Para reforzar su dominio en la India, el Reino Unido implementó en 1882 una ley que prohibía a la población local recolectar y vender sal, reservando ese privilegio al Gobierno de la colonia. Así, las autoridades británicas crearon un monopolio que obligó a los indios a comprarles, con un impuesto adicional, un elemento clave en su dieta, ya que permitía conservar alimentos. Décadas después, el miembro más destacado del partido del Congreso Nacional Indio, Mahatma Gandhi, encabezaría una campaña de desobediencia civil contra el monopolio británico de la sal.

La comitiva anduvo 300 kilómetros a pie durante casi un mes, en la que sumó a miles de personas por el camino hasta llamar la atención de la prensa internacional, que terminó de darle visibilidad.